Después de 4 ediciones en las que se llevó a cabo en Castellote, esta vez cambiaba de sede. Se iba a celebrar en la pequeña localidad de Villarluengo. Un lugar privilegiado donde poder disfrutar del deporte que más nos gusta. Había cuatro distancias: Marcha senderista, 12k, 21k y Maratón. Por supuesto, opté por la última. Por delante, 42 kilómetros de montaña y 2500 de desnivel positivo.
Los días previos a la carrera vaticinaban un cambio brusco de temperaturas. Íbamos a pasar de ir en manga corta a refugiarnos de la nieve. Las constantes precipitaciones hicieron que la organización se viera obligada a cambiar el recorrido. Varios de los ríos que debíamos cruzar, se habían desbordado. La climatología es una de las adversidades con las que tenemos que lidiar los corredores. En el fondo, creo que cuanto más difícil se pone la situación, más disfrutamos.
Todos no debieron pensar lo mismo porque en la linea de salida apenas nos encontrábamos 50 participantes. Lo peor de esta situación son los minutos previos. La espera antes de darse la salida. Aquí es cuando realmente piensas si fue buena idea apuntarte. Si no estarías mejor en tu casa, calentito metido en la cama. En cuanto empieza la prueba, todas esas dudas se disipan y vuelve a apoderarse de ti el aventurero que llevas dentro.
Ante todo, SONRÍE |
Nada más abandonar el pueblo nos introdujimos en un paisaje cubierto por la nieve. El abrumador color blanco contrastaba con la hilera de colores fosforitos que íbamos en fila india. Poco a poco, al ser tan pocos participantes, nos fuimos distanciando. Aquí me quedé con mi compañero Rubén, compartiendo los primeros kilómetros de carrera. El iba marcando el ritmo. Yo seguía sus pasos mientras le observaba divertido como le iba saliendo escarcha en el pelo. Os podéis imaginar a que temperatura debíamos estar.
El terreno es un continuo sube y baja. La zona de Teruel no tendrá esas subidas constantes que puedes encontrar en el Pirineo pero no por ello es menos dura. Cuando el camino pica hacia arriba, me amoldo bastante bien. Pongo un ritmo constante hasta llegar a la cima. Mi handicap, como he dicho en muchas ocasiones, son las bajadas. Especialmente complicada era la que nos llevaba a Pitarque. Piedras sueltas, arcilla y zonas congeladas eran las culpables. Además, decidí usar para esta carrera las zapatillas Hoka One Speedgoat 2. En su día me las compré pensando en zonas con mucho barro pero no les he llegado a coger el gusto. Al tener un drop tan grande, siento que estoy muy separado del suelo. Ésto me propicia una amortiguación excelente pero en su contra, el pie me baila bastante. Con el terreno tan inestable, acabé con los tobillos hechos puré.
Al llegar a Pitarque nos encontramos con un río desbordado. No quedaba otro remedio que meter los pies en remojo. A estas alturas ya me habían empezado a adelantar los participantes de la media, entre ellas, Yolanda Martin, a posteriori ganadora de la prueba y futura crack. Con los pies mojados, afrontamos la segunda parte de la carrera.
Sin llegar nunca a forzar la maquina, me encontraba muy entero. Tenía muy buenas sensaciones. Igual quiere decir que estoy empezando a coger la forma. Entre divagaciones y pensamientos, llegué a un avituallamiento, situado en el conocido Hostal de la Trucha. Me aprovisioné con un trozo de melocotón. Mientras me lo comía, proseguí el camino sin prestar atención a las marcas. Cuando me di cuenta, estaba en unas piscinas. En otro momento hubiera deseado darme un chapuzón......hoy no. Después de dar un rodeo en busca de la salida, decidí retroceder sobre mis pasos y ahí estaba el camino correcto bien señalizado. Debes de estar siempre alerta, en el menor despiste te puedes confundir de dirección y perderte. Yo soy un especialista.
La locura compartida siempre es mejor |
Tocaba afrontar el último tramo. En un momento dado, mientras descendía a gran velocidad por una pista, me encontré de bruces con un compañero inesperado: Un gigante toro en mitad del camino. Menos mal que leí las últimas novedades de la organización en las que hacía alusión a que podíamos encontrarnos con "ganado vacuno de raza avileña, que aunque se asemeja al toro de lidia, es inofensivo". Pese al aviso, el ver un morlaco de 1000 kilos con cara de pocos amigos mirándome, no me daba ninguna confianza. Además, era completamente blanco. Copito de nieve pero con cuernos. Pasé con mucho sigilo a su lado y sin mirarle a los ojos por si acaso no se fuera a ofender. Cuando me separé 3 metros, puse pies en polvorosa.
A punto de marcar mi reloj los 40 kilómetros de carrera, llegué al último avituallamiento. Pensaba que ya lo tenía finiquitado pero los voluntarios me dieron una sorpresa más: Aún quedaban 6,5 km. Esta situación es muy normal en carreras de montaña, no te debes fiar nunca de la distancia inicial. Recuerdo este año en UT Llastres, donde también hicimos 6 km más cuando creíamos haber llegado a meta. Por lo menos, la parte buena es que era todo bajada.
Al acabar el descenso, sales a un claro y ves en todo su esplendor Villarluengo. El problema es que esta localidad esta situada sobre un profundo barranco. Lo primero que observas son sus casa colgadas y te preguntas ¿Como llego yo ahora hasta allí arriba? Tocaba rodear el barranco pero enseguida cruzabas un bonito puente para afrontar la última subida. Un ascenso espectacular bajo la atenta mirada de los gigante bloques de piedra que sujetan las primeras casas. Al fin, me adentro en las calles donde me está esperando toda mi familia para cruzar juntos la meta después de 6 horas.
Una carrera muy bonita donde las condiciones climatologicas la hicieron aún más especial. Es una zona que merece ser visitada y disfrutar de sus paisajes. Para finalizar, la organización nos obsequió con alubias y ternera. Un broche final perfecto para una carrera que sin duda recomiendo al 100%.
!Va por ti PRIMO!
Tiempo: 06:07:59
Clasificación general: 11
Participantes que finalizaron: 32
BANDA SONORA DE LA CARRERA