Septiembre es un mes crítico en mi temporada deportiva. Suelo colgar las zapatillas a principio de julio y a partir de ahí, doy rienda suelta al descontrol. Festivales, rutas domingueras y fiestas varias son mis compañeras de viaje. Este año prometí hacer una preparación adecuada para llegar en buenas condiciones a una carrera que llevaba tiempo en mi cabeza pero siempre acababa posponiendo: Desafío Urbión.
La realidad fue bien distinta. No puedes poner diques al mar ni cambiar a Tricas en verano. Todo se volvió a repetir como en años anteriores y cuando la cosa no se podía torcer más, pusieron ese mismo fin de semana el festival Vive Latino en mi ciudad, ya os podéis imaginar quien anduvo por ahí....y al día siguiente: ¡Camino a Soria!
Desafío Urbión es una carrera que se celebra en Covaleda y pasa por lugares tan emblemáticos como la laguna Negra, los picos de Urbión o el nacimiento del rio Duero. 37 kilómetros de pura y salvaje montaña.
Me conozco el terreno y sé que el principio es muy exigente. 6 kilómetros de continua subida hasta el refugio del Muchachón. La mejor estrategia es guardar fuerzas. Queda mucho por delante. Sin embargo, como dijo Labordeta: - ¡A la mierda! -. Subo a todo lo que da el motor corriendo constantemente. Conclusión: a la hora de carrera ya me quiero morir.
Por suerte, amig@s de Vinuesa me animan a ritmo de cencerro y grito pelado. Afronto la siguiente subida con algo más de moral. Chino chano, llegamos a una zona de lagunas preciosa. Un sitio donde disfrutar y a la vez reflexionar. Se están secando a un ritmo alarmante y es por culpa nuestra. ¿Cuándo vamos a empezar a actuar?
En el kilómetro 12 llegamos a la joya de la corona. Después de una bajada técnica pero corta, aparece la laguna Negra. Si vas, disfrútala. Yo solo quería irme a casa. En cambio, lo que me esperaba era la subida al Zurraquín. Dejas a un lado la laguna y te vas adentrando en la maleza hasta llegar a una salvaje subida. Aquí sería más conveniente cambiar el verbo correr por el de trepar.
¿No querías cimas? Pues toma otra. Nos vamos hacia el pico Urbión (2228m). El techo de la carrera. A estas alturas ya decido dejar de sufrir y doy paso al domingueo. Lo voy a disfrutar, el crono es lo de menos. Voy a fluir como el Duero.
Sonreír por no llorar...
Venía a esta cita con problemas físicos. Mi glúteo izquierdo quería seguir de fiesta y se reveló. Intenté remediarlo en el fisio a base de corrientes la semana anterior. Al principio del recorrido todo iba bien pero según fueron pasando los minutos la nada, paso a molestias y llegado a Paules Altas (22km), el dolor ya era latente. Más aún en las bajadas y ahora me tocaba 5 kilómetros de descenso. ¡Pobre de mi culito!
Me adelantaban por todos lados. Me sentía Moussambani en Sidney 2000. Estaba deseando que llegará la próxima subida. Así no sentiría dolor. El último regalo que nos tenía preparado la organización era un exigente trazado de 2 kilómetros por un hayedo con 300 metros de desnivel positivo. Estaba deseando este terreno pero ahora que había llegado, ya no lo quería.....¡Ya no quería nada!
Al finalizar la subida te esperaban unos cencerros como colofón final. Una especie de señal que te decía, si has llegado hasta aquí, los has conseguido amigo. Los hice sonar desesperadamente y afronté la última bajada hasta desembocar en Covaleda. Ahí me estaban esperando mis primas para entrar juntos en meta. Nada más acabar me decían: - ¡Se te ve cansado primo! -. ¡No os lo podéis ni imaginar!
Con mis fans
Pese al calvario físico, he disfrutado muchísimo corriendo por mi querido pueblo y sus increíbles paisajes. Es un terreno que no te dejará indiferente. No lo dudes y ven en 2023, yo te dejo mi hueco. La organización impecable pero todo es más fácil cuando un pueblo entero se vuelca. ¡Que grandes sois! Además, para acabar la experiencia pinariega, nos deleitaron con un avituallamiento final nunca visto. Una autentica locura.
Ha sido una gran terapia de choque para dejar atrás el verano y volver a reiniciar una temporada deportiva que promete ser muy ilusionante. Poco a poco iré mejorando hasta encontrar mi mejor versión. Eso si, para ello deben dejar de programar festivales....
Uno de los mejores momentos deportivos que he vivido se produjo el año pasado. Pensándolo bien, posiblemente sea el mejor. Conseguí batir el Récord de Aragón en la disciplina de 100km en ruta. Es algo que ni siquiera deambulaba por mi menté cuando empecé en esto del atletismo. Tras varios años quemando etapas y con mucho trabajo, se dio la posibilidad y logré alcanzar el objetivo. Se puede decir que soy Plusmarquista de Aragón. Me encanta la palabra aunque casi nunca lo consigo pronunciar bien a la primera. Ya verás, intenta decirlo varias veces seguidas muy rápido...
¿A que es imposible?
Dejando atrás el intento de trabalenguas y tras semejante experiencia vivida en 2021, no me quedaba otra opción que repetir esta temporada en el "Campeonato de España 100km en Ruta de Santander".
El año pasado la preparación fue perfecta. No tenía ninguna otra competición así que me pude dedicar exclusivamente a entrenar ultrafondo ya que requiere de un trabajo especifico. Casi en su totalidad aeróbico. Hay que recalcar que para esas fechas aún seguía el ocio nocturno cerrado. No tenía distracciones que me perjudicaran y mi diablo interior estaba castigado.
Este año ha sido todo diferente. Coronavirus, Maratón de Zaragoza, lesiones, 24 horas en pista de Ciudad Real... Una amalgama de contraindicaciones para llegar en un estado optimo al día de la carrera. Eso y...los bares abiertos.
En mi sentir, creía que no había llegado con los kilómetros suficientes en las piernas aunque había intentado que los realizados fueran de calidad. Eso no quitaba que mi objetivo fuera optimista. Si me plantaba en la línea de salida era para mejorar marca.
Llegó el día y todo eran caras conocidas. Lo que me está enganchando del ultrafondo es la gente. Es como una familia que se reencuentra cada cierto tiempo. Al final ,casi siempre son los mismos valientes (o locos). Entre saludos y abrazos, a cinco minutos de empezar, una persona de la organización me dice: - ¿Llevas el chip puesto? -. ¡Mierda! -. Me lo había dejado en casa. Estoy acostumbrado a que lo lleva incorporado el dorsal y está vez era con una tobillera. Empecé a ponerme nervioso. Tanto trabajo para que por un despiste no pueda participar. - ¡Seré inútil! -. Por suerte, la organización me dejó uno vacío y, in extremis, me coloqué en la zona de salida. La cosa no puede empezar mejor.....
Dejando los nervios iniciales a un lado, la competición empezó como esperaba. Los atletas a unos ritmos endiablados pese a los 100 kilómetros que nos esperan. Yo, con mi objetivo marcado. Ir a un ritmo de 4:25. Si lo mantenía, conseguiría rebajar la marca del año pasado. Las primeras vueltas fueron para entrar en competición. Me cuesta activarme. Al principio siempre me siento fatigado pero enseguida me recompongo.
A los pocos kilómetros me encontré con Efrén, atleta con el que coincidí el año pasado durante casi 60 kilómetros. Iba en una grupeta con todos sus compañeros del Club Atletismo Manresa. Me dijo que me uniera y me pareció una gran idea. Era un ritmo un poco más alto (4:20) pero correr arropado y más en una competición así, lo veo primordial.
Familia inesperada
Fueron pasando los kilómetros super cómodos. Parecíamos una manada de búfalos bien engrasada. Todo iba genial y en perfecta sincronía. Además, el día estaba nublado y la temperatura era perfecta. ¿Qué más se puede pedir?
Amigos, no todo iba a ser coser y cantar. Los contratiempos no se iban a hacer esperar. Sobre el kilómetro 35, a Efrén no lo pareció bien el ritmo que llevábamos y se escapó al mas puro estilo Escartín. El pelotón se resquebrajó tan fácilmente como la casa de paja de los 3 cerditos. En cuestión de segundos todo se esfumó. Yo me quedé en tierra de nadie. Tenía que decidir. O reengancharme a la cabeza o dejarme caer con los de atrás. Tic, tac, tic, tac. Elegí la primera y...¡ERROR!
Me mantuve en un segundo plano pero el ritmo era más alto. Ahora la partida había cambiado. Tocaba correr en solitario. Con todo lo que eso conlleva. Seguía con la vista a un compañero para mantenerme motivado y estable. Pasamos los 50 kilómetros en 03:36:57. De momento todo seguía en orden. Sin ningún problema estomacal y las piernas seguían respondiendo.
A estas alturas ya me había colado dentro del TOP 10 pero cuando llegamos al kilómetro 65 todo se torció. Como si de un videojuego se tratase, me quedé con mi barrita de energía a cero. Pase de 100 a 0 en 3 segundos. Un Ferrari invertido. La siguiente vuelta se me hizo muy dura, parando a refrescarme en las fuentes.
El ritmo lo bajé a 5 pero lo peor de todo es que mi mente desconectó. Me bloqueé totalmente. Al llegar al avituallamiento decidí retirarme. Pese al intento de compañeros parea que prosiguiera, yo había decidido echar el telón. Hasta aquí llegué. 70 kilómetros en poco más de 5 horas.
Después de dejar pasar unos días, estoy defraudado conmigo mismo. Ni siquiera intenté luchar un poco para seguir. En cuanto vi que los ritmos se me iban, ya me abandoné. Es frustrante como la mente te juega tan malas pasadas. Tiene un poder brutal sobre el resto de tu cuerpo. Y últimamente mi mente me está jugando malas pasadas. Barcelona, Ciudad Real, Santander...Estoy seguro de que en todas estas competiciones hubiera podido hacer mucho más en cuanto a lo físico.
Desde que no compito en montaña, mi fuerza mental ha bajado. También es verdad que son dos disciplinas que no tienen nada que ver. Es mucho más duro el Ultrafondo que el Ultratrail. De momento, este verano me voy a dedicar a echar muchas horas por el monte a ver si consigo reestablecer mis tozudas neuronas y volver con más fuerzas la siguiente temporada.
Tocaba poner nuevos retos en este 2022 y desde el año pasado tenía una espinita clavada que tarde o temprano tenía que intentar sanar. En principio no entraba en mis planes a corto plazo pero soy fácil de liar. Mi compañero Quique tiró la caña y yo piqué rápidamente. Sin darme cuenta estaba inscrito en "24 horas Ultrafondo en pista Ciudad Real".
Esta temporada no está siendo muy halagüeña en cuanto a sensaciones y preparación. Me cuesta sacar tiempo para entrenar en condiciones y mi motivación se mueve por otros derroteros más oscuros. No obstante, mi resultado en el "Maratón de Zaragoza" cambió mi percepción. Fue la chispa que me faltaba para reengancharme. Habían vuelto las ganas, la ideas alocadas.
En diciembre, mi primera participación en esta disciplina atlética en el "24 horas del Ultrafondo en pista de Can Dragó" fue todo un golpe de realidad. Mis expectativas eran muy altas debido al desconocimiento y la prueba se encargó de ponerme los pies en el suelo. Fue muy duro y aseguré que "no volvería jamás" pero ya sabemos que se trata de unas palabras malditas. Al igual que si nombras 3 veces "Bitelchús", éste aparece en tu vida, con solo que digas una vez: - ¡No vuelvo! -. Ten por seguro que repetirás carrera.
Iba con la seguridad de aprender de los errores. Más preparado mentalmente. En Barcelona, cuando llevaba 12 horas de competición, mi cabeza desconectó y decidí parar. Divagué toda la noche y volví a aparecer para terminar la prueba. En total, fueron 10 horas noqueado. Esta vez iba con los deberes hechos.....o eso creía yo.
Los minutos previos a la salida, la temperatura que hay en Ciudad Real es bastante alta. No es un recibimiento muy agradable, sabiendo que vamos a estar expuestos al sol durante 8 horas. Va a ser un factor determinante y habrá que saber como afrontarlo. Mi idea es ir a un ritmo tranquilo hasta que vaya disminuyendo la sensación de calor.
Se da el pistoletazo de salida y mis sensaciones son las de la primera vez. Después de unas pocas vueltas me empiezo a preguntar: -¿Que hago aquí? Menuda liada, esto es surrealista! -. Enseguida cambio los pensamientos por el "modo autómata" que básicamente es NO PENSAR. Mientras doy vueltas sumergido en mi sosegado ensimismamiento , éste se ve interrumpido por Javier Lozano. Se pone a mi vera y me dice que porque voy tan tranquilo. ¡Ya la hemos liado! Si un atleta de ese calibre, toda una referencia en el Ultrafondo, me dice que voy despacio pues no me queda otra que acelerar.
Van cayendo las horas. Cada cierto tiempo paro en la zona de avituallamiento propio para ponerme crema solar. Soy muy blanquito y toda precaución es poca. La hidratación también es fundamental, tanto beber como refrescarse el cuerpo. El ritmo de carrera es correr 11/12 kilómetros la hora para ir haciendo un colchón de cara a la segunda parte de la competición.
Como intento ser un buen alumno, este primer tramo me voy juntando al mencionado Javier Lozano y a Nicolás de las Heras, que poca presentación necesita. Uno de los mejores atletas nacionales hoy en día. Su currículo habla por si solo. Además, tienen un particular forma de correr. Yo lo compararía con la fabula de la Cigarra y la Hormiga. Por un lado esta Javier, un atleta que va por sensaciones. Intercalando ritmos altos con otros más sosegados. Lo que le pide el cuerpo. Luego tenemos a Nico, que es hormiga 100%. El típico "martillo pilón", digamos que va a un ritmo más tranquilo pero que no lo varía nunca. Tiene una fuerza mental increíble. Yo soy demasiado Cigarra pero con ganas de cambiar.
Se iban acercando las 12 horas de competición y ya notaba que mi mente empezaba a flojear. La temperatura estaba pasando mucha factura y antes de que anocheciera decidí revertir la situación. Paré para ducharme buscando reiniciar cuerpo y mente. La verdad es que funcionó y volví a salir a pista con las pilas recargadas pero la noche me devolvió a la cruda realidad.
Peleando con mi mente
Ya cerca del ecuador de la carrera, mi mente ya estaba decidida a parar. Me venía a la mente la graciosa frase de Omar Montes: - Tengo la inteligencia justa para pasar el día -. Por lo que se ve, yo tengo las resistencia justa para aguantar 12 horas. Es mi limite. Paré, me comí un plato de arroz con caldo y me tumbe sobre una esterilla prometiéndome a mi mismo que solo sería media hora...
Acabado ese tiempo, me abrigué y regresé al ruedo pero caminando. Cuando llevaba varias vueltas así, mi fortaleza mental se desquebrajó. Me decía que para estar andando, mejor me paro. Que no tenía sentido estar así. Creía que traía este factor bien trabajado pero otra vez mi mente me jugó una mala pasada. Llegados a este momento es cierto que poco puedes hacer. Me retiré al gimnasio esperando descansar y recobrar la serenidad.
Ya tumbado sobre una colchoneta te vuelves a dar cuenta que tampoco puedes conseguir dormir. El dolor físico es tan intenso que es imposible conciliar el sueño. Es un summum de sensaciones. No quieres correr porque deseas descansar pero esto tampoco lo puedes hacer. Una coctelera explosiva mental.
A las 3 de la madrugada y coincidiendo con el cambio de dirección, salgo a pista para completar la vuelta pero más por cumplir que por ganas. Doy unas cuantas vueltas andando y me vuelvo a refugiar. Esta vez opto por ducharme para ver si así mi cuerpo se relaja y consigo dormir. Nada más lejos de la realidad. La situación es la misma.
A las 6, acudiendo a la llamada del pistoletazo de salida de la modalidad de 6 horas, decido salir a pista con otra mentalidad. He llegado a un acuerdo conmigo mismo de no rendirme. Si hay que andar, pues se anda. ¡Y no se hable más!
Ya con la salida de sol parece que todo cambia. Estamos ante un nuevo panorama. Llevo andando 20 minutos pero de forma diferente. Más feliz y social. No así el resto de participantes que quedan en liza. El sistema de cronometraje falló a las 12 de la noche y aún no habían conseguido restaurarlo. Los atletas estaban corriendo a ciegas. No sabían que kilómetros llevaban ni la diferencia de vueltas entre unos y otros. Esta situación, sobre todo para los que se estaban jugando la victoria, era super frustrante. La organización hacia todo lo posible para mantener actitud positiva pero entiendo que debe ser muy difícil competir así.
En mi caso, era un mal menor. Todo atisbo de competir me lo había cargado yo solo durante la noche. Sin ninguna responsabilidad a mis espaldas, mi situación era diferente. Correr sin presión. Cuando el sol ya volvía a apretar volví a coincidir con Javier Lozano. El había estado descansando también pero seguía en la pomada. Se estaba jugando la victoria. Las diferencias no debían ser muy grandes entre los primeros pero era una competición a lo "ruleta rusa".
Visto que mi carrera terminó hace horas, decidí ayudar a que un compañero acabara bien la suya. Me puse de liebre, marcándole el ritmo. Los primeros kilómetros fueron vertiginosos. Parecía que íbamos volando en la pista. Me sentía genial. Al final resulta que si habré descansado.
Marcamos unos parciales mucho mejores que los del principio de la competición. Yo creo que ver que le estaba ayudando, aún me daba más fuerzas. Me sirvió como motivación personal para no estar andando y esperando el final de la prueba sin más. El último maratón los hizo en 3:30. Yo cada cierto tiempo, paraba para volver a reengancharme una vez había recobrado las fuerzas. Y todo esto sin saber la clasificación.
Con esta incertidumbre se acabó la prueba. ¡Felicidad máxima! Había acabado muy contento y ya no me acordaba de las penurias nocturnas. Después de las celebraciones con público, atletas y organización en mitad de pista, nos fuimos a duchar.
Al salir, habían conseguido restaurar la clasificación y....¡Javier Lozano ganó! Apenas por 2 kilómetros de diferencia. Me hizo sentir mucho más feliz que mi propio resultado. En lo que a mi respecta, completé 165 km, completando 377 vueltas y acabando en 7ª posición. Primero de mi categoría, algo anecdótico ya que estábamos pocos en liza. Con sentimientos encontrados ya que acabé muy bien, bastante entero pero sabiendo que otra vez no he sabido lidiar con mi mente.
Vuelvo a la fabula de la Cigarra y la Hormiga. Se puede aplicar también a la carrera de forma general. Hay atletas que son de ritmos más altos pero que lo compaginan con periodos de descanso y luego están los que realmente me impresionan. Aquellos que apenas dejan la pista. Están las 24 horas batallando sin cesar. Increíble lo de atletas como José Luis, Patricia o Ana entre otros. Sin olvidarme de mi compañero Quique, su primera vez en estas lides y se merienda 170 kilómetros sin descansar. ¡Que cabecica la tuya!
Solo me queda decir que no hay 2 sin 3. Volveré más fuerte y prometo no volver a pisar el gimnasio. ¡Voy a ser una HORMIGA!
Hace 2 años, justo cuando me encontraba en mi mejor estado de forma, nos sorprendió la pandemia y todo lo que supuso. Se paralizó todas las competiciones deportivas y con ello, muchas ilusiones. Las mías estaban depositadas en la Maratón de Zaragoza. Ahora, una vez que nos vamos acercando a la normalidad y vuelve a retomar la carrera, era hora de quitarse la espinita.
Este año, como aliciente, también es Campeonato de España Absoluto y Máster. Una ocasión ideal para codearse con grandes atletas y disfrutar de una ambiente no antes visto en la capital aragonesa. El ganador, si hace la mínima, consigue billete directo para el Europeo por lo que vendrán muchos aspirantes a hacerse con esa plaza.
En mi caso, las sensaciones eran bastante contradictorias. Tenía muchas ganas de participar y hacer un buen papel. Por el contrario, la pandemia me había disipado un poco la vena competitiva. No sentía esas "mariposas" que te hacen querer entrenar duro y ya sabemos que sin esfuerzo y disciplina, la maratón no perdona. Empezamos tarde la planificación por un imprevisto navideño en forma de Covid. Si a esto le sumamos mi talón de Aquiles.....¡Volvieron a abrir los bares! El estado de forma en que llegué no era de lo más halagüeño.
Gracias a esos kilos de más y la falta de kilómetros en mis piernas, la presión que sentía era mínima. Mi entrenador ya me lo ratificó: - No te preocupes, tu disfruta. No estás preparado para los ritmos que queremos pero tu sal para hacer 2:40 y si petas, que te quiten lo "bailao", ya tendremos tiempo de prepararla mejor en un futuro -.
Pues nada, yo soy un mandado y así me lo planteé. La mañana salió muy fría, con los termómetros marcando 0 grados y con mucho cierzo por lo que la sensación térmica era mucho menos. Me vestí y encima me puse el pijama. No sonará "cool" pero es muy efectivo. Al participar en el Campeonato de España, nos llamaron al cajón bastante antes de empezar por lo que ahí nos concentramos todos los atletas en el cajón de salida como si fuéramos las reses antes del pistoletazo del jueves "la Saca". Carrera continua y saltitos para entrar en calor y cuando quedaban 5 minutos me despojo del pijama y a colocarse a la línea de salida.
En esta edición había bastantes atletas africanos, por lo que el espectáculo no iba a faltar. Salida muy multitudinaria para lo que estamos acostumbrados en Zaragoza. Enseguida se pone un ritmo endiablado y para mayor satisfacción, hay muchos atletas para poder ponerte en una grupeta. En otras ediciones, ya corres en solitario casi desde el principio.
Fiel a los ritmos que me marcó Fernando, me uno a un grupo bastante numeroso en donde estamos varios compañeros de fatigas, entre ellos, Jorge y Nélson. En este grupo también se sitúan las primeras féminas españolas. Se presupone que es un buen lugar donde situarse. Además, con las rachas de viento que hay, se agradece ir acompañado.
Cuando nos adentramos en las largas avenidas del barrio de la Almozara voy notando que me cuesta seguir el ritmo. Voy haciendo la goma. En todas las competiciones me cuesta entrar en calor, debo ser de combustión lenta. Me siento como aquel rinoceronte que sufre para seguir la estampida en "Jumanji".
A la entrada de la Expo, coincidiendo con los cambios de dirección que hay en esta parte del recorrido, veo como se van alejando los compañeros. El gran grupo se rompe en dos. Yo me quedo en uno minúsculo donde apenas somos 6 e incluso empiezo a descolgarme también. ¡DANGER!
¡Menudos 3 monumentos!
Analizando la situación y viendo que no estamos ni en el kilómetro 10, me digo a mi mismo: - Tricas, como te quedes solo, apaga y vámonos -. Me tomo un gel y acelero para no perder la estela de mis compañeros. ¿Un buen sofocón? Si, pero era necesario.
Una vez dentro del grupo me siento querido, arropado y mis fuerzas se reestablecen. Me empiezo a sentir bien. Mi respiración se nivela. Esto marcha...
Cuando llegamos al avituallamiento del kilómetro 15, me hidrato y un inesperado arrebato me invade. No se explicar el porqué pero decido acelerar y dejar mi querido grupo atrás. Quizás sea porque estamos corriendo sobre las vías del tranvía. ¿Será que estoy como un tren y he sentido una conexión especial?
Todo el trabajo realizado anteriormente para volver a quedarme solo. En mitad de la nada. Lo malo es que ha sido cosa mía. Me debato en aminorar la marcha pero ya es tarde. ¡No puedo parar! El grupo que me precede lo veo pero está bastante alejado y ya he gastado el número de sofocos por hoy.
Los kilómetros van pasando en solitario pero a un ritmo constante (3:47). El plan está funcionando a la perfección. Cuando sobrepasamos el puente de Hierro empiezo a ver carteles y pompones. Ya están ahí mi familia y amigos. Empiezan a gritar y eso contagia al resto de personas, que se unen al bullicio. Parece que han visto a Brad Pitt. Me siento una estrella. Ya me lo dijo un compañero al finalizar: - ¡Vaya familia tienes, son puro espectáculo!
En el kilómetro 27, encarando la calle San Vicente de Paul, empiezo a notar que el engranaje ya no funciona tan bien. A partir de ahora comienza el tramo más complicado de la carrera hasta desembocar en el Parque Grande. Desniveles algo positivos en donde las piernas sufren y la mente divaga. No ayuda nada el ir en solitario. Solo me acompaña el cierzo y no es el mejor colega que uno quiere tener.
Cuando se me empieza a desencajar la mandíbula es indicio de que algo va mal. Toca apretar los dientes e ir pensando que ya queda poco. La llegada al paseo Cuellar es como una patada en las...sensaciones. Veo que el público nos mira con pena. El ritmo cae drásticamente.
Dándolo todo
Nos adentramos en el parque José Antonio Labordeta. El lugar de entrenamiento de muchos zaragozanos. Empiezo a escuchar pisadas. ¡Seres humanos a la vista! Me pillan 4 compañeros y me agarro a ellos como si fuera el quinto elemento. Se que nos queda un último repecho traicionero y ya será todo tramo favorable hasta el final. De tanto apretar dientes me voy a quedar sin esmalte.
Kilómetro 37 y bajamos hacia la meta. Ahora empieza el sálvese quien pueda. Pongo a funcionar la maquina como si fuera una rave de Pocholo, ya sabéis: -¡Chiqui pum, chiqui pum! -. Acelero a todo lo que dan mis piernas hasta llegar a la calle Don Jaime donde consigo enlazar con Elena García, la segunda clasificada. Curva a la derecha y entrada en meta en 02:43:02.
No es mi mejor tiempo pero no es para nada un mal resultado. Ya me dijo Fernando, mi entrenador. No estaba para MMP pero si para bajar de 2:45. Que ojo tiene. Al ir sin ninguna presión he disfrutado muchísimo. El día no acompañó pero los ánimos de tanta gente conocida lo compensaba. Es una gozada correr en casa y.....¡He participado por primera vez en un Campeonato de España de Maratón!
Esta carrera me ha servido para darme cuenta que pese a llevar una mala preparación, sigo teniendo piernas para hacer grandes cosas. Es un estimulo para preparar las siguientes competiciones. Ha vuelto a reavivar mi gen competitivo para ser más constante en el día a día. Volveré a la nutricionista, a entrenar más fuerte y salir de fiesta, lo que es salir, no lo voy a dejar pero lo intentaremos moderar. Palabrita del niño Jesús.
¡GRACIAS PRIMO, VA POR TI!
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