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jueves, 25 de mayo de 2017

Camino de Santiago Corriendo

Etapa 4: Calzadilla de la Cueza - El Burgo Ranero (39 km)

El sonido ambiental que nos acompañó durante toda la noche a ritmo de truenos y relámpagos, no auguraba nada bueno. Cuando me levanté, lo primero que hice fue asomarme a la ventana, efectivamente, había amanecido un "día de perros".

Mientras preparaba la mochila, me debatía entre esperar a que dejara de llover o ingeniármelas para no mojarme demasiado. Intente demorar la salida lo máximo posible pero el cielo seguía más negro que el tizón. Entonces decidí volver a mi infancia, a Carnavales en el colegio, cuando daba igual de que era la temática del disfraz, pero siempre acababas embutido en una bolsa de basura gigante. Ayudado por esa inspiración, me fabriqué un poncho de lo más glamuroso y empecé la etapa.  


Lo importante, DISFRUTAR

La primera media hora estuvo lloviendo intensamente, después fue amainando pero se quedó una mañana fría y nublada. Después de la juerga del día anterior, me fui encontrando a todas las personas que conocí. Una pareja de vascos de lo más simpáticos. Miriam y su madre que habían usado el Camino como reencuentro. Un señor francés lleno de tatuajes que le fascinaba que fuera corriendo. Uno de los "musigrinos" y su perra. Toda una amalgama de personas e historias personales que dan magia al peregrinaje y es una de las causas que hacen que esta experiencia sea adictiva. Siempre quieres volver.

En el kilómetro 23 llegas a la bonita población de Sahagún donde establezco la parada para reponer energías. Tienes todos los servicios posibles, tanto si quieres tomar algo, sacar dinero o ir a un supermercado. Yo opto por lo tercero, me aprovisiono de cerveza, plátanos, frutos secos y me siento al sol en modo fotosíntesis, aprovechando que acaba de salir por primera vez en toda la mañana.

Cuando sales de esta localidad aún quedan 16 kilómetros hasta el Burgo Ranero hay que tomárselo con calma y disfrutar del recorrido, el cual, transcurre casi en su totalidad por un caminito paralelo a la carretera nacional. Mucha gente opta por ir andando sobre el asfalto. Siempre con precaución, elige el que más te guste.


"Marciano" arco al llegar a Bercianos

Al llegar al pueblo, la sensación es extraña. Está formado por calles muy anchas franqueadas por casas pequeñas, algunas de ellas de adobe. Me da la sensación de estar en el Oeste, solo falta cruzarme con una barrilla, el típico matorral rodante. Busco el Albergue Municipal. Está llevado por voluntarios y el precio, como su propio nombre indica, es la voluntad, en mi caso 5 euros. Curiosamente, es el único que me he encontrado hasta ahora con cocina propia. Está construido por fuera de adobe y su interior es de madera. Si te hospedas aquí, que sepas que tu banda sonora va a estar formado por el crujir constante de este material.


A la hora de comer, como prometí a mi nutricionista, esta vez opté por un menú en el Restaurante Piedras Blancas. Se agradece comer así de vez en cuando, con su buen plato de garbanzos, ternera y vino de la tierra.

El Burgo Ranero es una localidad pequeña que cuenta con 4 bares. Visito todos ellos acordándome de mi madre, nació también en un pueblo de apenas 500 habitantes y siempre me dice que hay que dar de ganar a todos. Muy equitativa ella.


Con los grandes "Gypsi y los Gatos Rumberos"

En la cafetería El Camino me junté con los "musigrinos" de Requena. Ya estaban dándole a la guitarra, atrapando con su ritmo a 3 italianos y un cubano. Diana, la propietaria del establecimiento nos regaló un collar echo por un artesano que simboliza las amistades que surgen en el Camino. 

La tarde acabó en el bar "La costa del Adobe", local que ya me habían recomendado por su mezcla de tradición y modernidad. Muy buena comida y mejor compañía. Siempre me pasa lo mismo, cuando ya empiezo a mimetizarme con el Camino, me tengo que ir. Mañana es el último día, intentaré exprimirlo lo máximo posible.

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