El año pasado participé por primera vez pero no pude finalizar debido a un problema con el calzado. Estuvo lloviendo toda la primera noche y al llevar mojados tantas horas los pies, literalmente se me cocieron. En Lizarrusti (118 km), pese a los intentos de la Cruz Roja de curarme, tuve que poner punto y final a la aventura.
- Crónica: EHUNMILAK 2017
Fue la primera vez que tuve que abandonar en una carrera. Lo que más me dolía es que estaba en un estado de forma increíble, de cuerpo me sentía genial. Por esta razón, en cuanto la organización me cortó la pulsera de seguimiento, ya estaba pensando en participar en 2018.
Un año después me plantaba en Beasain incluso mejor físicamente. Llevaba un año con nutricionista, fisioterapia y en Ultras como Penyagolosa Trails o Nafarroa Xtreme había cumplido con buena nota. Todo hacia indicar que esta vez lo iba a conseguir. Además, había preparado a conciencia la planificación del cuidado del calzado para no volver a caer en el mismo error.
Para esta edición, representando a ANDANDAEH estábamos Marcos y un servidor. Las horas previas de la carrera, preparando el material y en la "pasta party", mi compañero estaba muy negativo. Tenía miedo de la parte final y no hacia más que resoplar. Errónea manera de afrontar una carrera de cien millas. Yo por mi parte, estaba muy mentalizado. Con ganas de comerme el mundo.
Antes de la aventura |
Antes de dar el pistoletazo de salida, la organización nos informó de que todo el recorrido estaba en alerta por tormentas eléctricas. Teníamos que parar cuidado y apelar al sentido común ante cualquier imprevisto. Nos dieron una serie de pautas y empezamos la carrera. La verdad que no es nada halagüeño comenzar así pero no había marcha atrás.
Como el año pasado, la salida, que se hace a las 18:00, fue rapidísima y entre una multitud de gente. No parecía que nos quedaban 168 kilómetros para finalizar. Yo, como siempre, me dejé llevar por el entusiasmo inicial. ¿Lógica? Ninguna. ¿Estrategia? Algo. Mi idea era apretar las 4 horas de sol que teníamos por delante porque sabía que luego por la noche, inevitablemente, iba a bajar el ritmo.
La primera subida a Mandubia ya tienes 1000 D+, la mejor forma de activar las piernas. En este tramo me encontré con los hermanos Bailo, compañeros de Trail Running Zaragoza. Son unos referentes en nuestra provincia, siempre copan las primeras posiciones del podio. Me resultaba extraño verlos pero era la primera vez que se enfrentaban a una carrera así. Su estrategia era más conservadora. Querían ir a un ritmo constante por debajo de su nivel para afrontar la última parte con plenas garantías. Salvando las distancias, y mucho, ellos eran como Cristofer Clemente, corriendo de menos a más. En cambio, yo era Zach Miller, a fuego hasta reventar. ¿Ya sabéis cual fue su resultado en la Copa del Mundo no? El español acabo segundo y al americano le dio un "pajarón" en los kilómetros finales. Esperemos no acabar igual....
En Zumarraga (20 km) está el segundo avituallamiento. Te debes cruzar el pueblo entero, el cual, está lleno de gente. Es impresionante correr rodeado de tantas personas vitoreándote. Al salir de la localidad, entre el público estaba Silvia Trigueros, campeona del año pasado. Me gritó diciéndome que iba muy bien ,en tiempos de hacer 28 horas. Se que acabamos de empezar y es pronto para vaticinar nada, pero si son palabras dichas por ella, suenan a gloria bendita.
Los kilómetros iban pasando, mi cuerpo respondía perfectamente y para sorpresa, hacía un día espectacular. Sin rastro de tormentas. Al llegar a Gorlako Gaina (29 km) la noche se nos echaba encima. Era hora de sacar el frontal y concentrarse en medio de la nada. Me junté a un grupillo donde estaba Elena Calvillo, una corredora TOP. Sabía que si me pegaba a ella era apostar a caballo ganador. Además, llevaban un ritmo constante pero no muy exigente. Con este grupo llegamos a una zona que recuerdo con mucho cariño del año pasado. Es un caserío donde sus dueños han montado una mesa improvisada con bebidas y flan casero. Al grito de ¡Somos el avituallamiento pirata! repusimos fuerzas y seguimos.
Disfrutando del gran día... |
En el avituallamiento de Madarixa (43 km) estaba esperando Hector para darnos ánimos. Siempre se agradece tener compañeros animándote. Son muchas horas y cualquier ayuda es vital. Al despedirme de él, empezó a hacer acto de presencia el "chirimiri" o "calabobos", esa fina lluvia que no cala pero atormenta. En este tipo de terrenos, en la zona del País Vasco, es normal. No le di importancia, incluso se agradecía para paliar un poco el calor que hacia.
A partir de aquí todo empezó a cambiar. La lluvia empezaba a ser más intensa y a lo lejos se empezaban a ver los primeros relámpagos. Opté por ponerme la chaqueta impermeable, bajar el ritmo y subir la precaución. El grupo de Elena Calvillo se fue alejando y me quedé solo en la oscuridad. Era hora de tener mucho cuidado con el terreno donde pisas. Apenas podías ver 3 metros en adelante. Me costaba mucho ir siguiendo la pista de las balizas. Pero repito, nada diferente al año anterior.
Al llegar a un refugio donde siempre están un grupo de amigos montando un autentico fiestón, nos dieron agua (También ofrecían pacharán pero no lo vi aconsejable) y nos informaron que habían neutralizado la carrera en Azpeitia debido al temporal. Fue una noticia muy dura pero agarrándonos al positivismo, era una manera de dar alcance a los primeros.
La bajada hasta la localidad citada es muy peligrosa. Es una antigua calzada romana llena de piedras resbaladizas. Con la lluvia que estaba cayendo, la poca visibilidad y lo resbaladizo del terreno, había que ir muy despacio. Sin duda, es la peor parte de todo el recorrido. Cuando conseguí acabar el agónico descenso, me esperaba la peor de las noticias: CARRERA SUSPENDIDA.
No podía ser, toda la ilusión desvanecida en un instante. Tantos meses de preparación y espera que se ven truncados otra vez, en esta ocasión por la climatología. Ante todo es la SEGURIDAD de los corredores y voluntarios que se encuentran en el monte pero eso no quita que te invada una tristeza tremenda. Segundo año consecutivo que se me resiste. ¿Será un gafe o casualidad? No queda otra que resignarse y acatar las ordenes de la organización que actuó de forma impecable. Esperemos que a la tercera vaya la vencida.
De esta manera brusca pongo punto y final a la primera parte de la temporada. Ahora toca descansar y disfrutar del verano. Es hora de empezar con mi segunda afición: Los festivales. Cambiaremos las zapatillas de correr por las chancletas de playa y el isotónico por la cerveza. Como me decían mis profesores: ¡Nos vemos en septiembre!
BANDA SONORA DE LA CARRERA